La noche, ahora, nos sorprende con su llegada inesperada. Levanté hace un rato los ojos de la lectura para descansar mi mirada, como suelo, en las plantas del patio, a través del cristal del ventanal que hace de puerta. Pero este ya se había convertido en un espejo, al recibir solo la luz de dentro.
La oscuridad hace de azogue desde el exterior. Lo que Freud llamó Unheimlich (la extrañeza, que rompe lo cotidiano) sucede, en realidad, a cada momento: a mí me ha alterado la llegada imprevista de la noche, encontrar mi imagen reflejada en un cristal vuelto espejo que me veda arbitrariamente las siluetas acostumbradas del mundo en luz...
Unheimlich