La vista es el sentido humano por antonomasia: por decirlo en francés, con una palabra muy asentada y conocida, somos “voyeurs”. Con la mirada nos comemos el mundo, literalmente. Los renacentistas tenían una elaborada teoría sobre el amor en la que los ojos inoculaban la enfermedad: no hay miradas inocentes….
Pero hay también una mirada interior encargada de ver lo invisible, de adivinarlo, y en ese sentido somos “voyants”, videntes. Esos ojos ilocalizables marcan el destino del poeta o del artista, su señal de Caín que lo convierte en habitante del ensueño, ese mundo sonámbulo que es nuestra verdadera patria…
Los ojos de dentro