Sibila
Algo queda
Cuánto se alejan
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Cuánto se alejan

Peter Ashworth, 2010

Leo en Pascal Quiñard (El amor, el mar): “Cuánto se alejan del mundo los cuerpos de los músicos cuando están tocando”. Entiendo ahora que lo que siempre me pareció ensimismamiento es, en realidad, alejamiento, elevación, huida. No viajan a su interior sino fuera, lejos: la música los lleva de la mano, con sus alas, con sus pies veloces… Así también, en un pálido contagio, se aleja el que los escucha.

Una vez me contó un apasionado aficionado al flamenco que, oyendo absorto a un cantaor, rompió sin darse cuenta la silla en la que estaba sentado: pero aquella fuerza descomunal que lo provocó -ahora lo sé – no fue la emoción concentrada sino el miedo a caerse de la silla a medida que se alejaba, que volaba y caía, volaba y caía…

¿Es por esto por lo que, con tanta frecuencia, cerramos los ojos cuando escuchamos música? ¿Para alejarnos a nuestra vez, mecidos por las notas musicales, acompasados con ellas? La música es la más etérea de las artes, la más antigua, precedente al lenguaje, su fundadora. No hay palabras sin música. Sin cuerpo, vuela, pero al mismo tiempo lo asienta y vuelve ligero y ágil. No hay danza sin música, ni el baile más antiguo, el del amor, existiría sin ella: cuánto se alejan del mundo los cuerpos enamorados cuando están tocando su música…

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Sibila
Algo queda
Las palabras se las lleva el viento, pero el viento también lleva hojas, semillas y recuerdos... Algo queda.