Pobretariado
En Sujeto omitido, un ensayo que publiqué hace unos años en Frontera Digital, escribi
Algo nos condena a buscar siempre un sujeto a los sucedidos y transformaciones del acontecer humano. Esta necesidad vale tanto para las religiones deístas como para los cambios sociales. La gramática de nuestras lenguas lo refleja en su desfile sintáctico, haciendo obligatoria la función abstracta de un sujeto, del que se predica algo, aunque no aparezca en el discurso escrito o en los hilos del habla.
Ese problema, verdaderamente embrollado como puede comprobar el lector paciente que lea aquella indagación mía, me ha ocupado muchas horas a lo largo de mi vida intelectual. Esta entrada de hoy se puede considerar como una continuación o apostilla de aquella.
De entre los distintos términos con que la neolengua intenta aproximarse a la cambiante realidad de las clases sociales -y, por ende, de los sujetos políticos que podrían representarlos en la lucha sin fin por la transformación del mundo- me ha seducido este de pobretariado (“pobretariat” en su lengua) con que Vidal Aragonés ha titulado su último libro.
¿Qué significa pobretariat ya que estamos? En una entrevista al autor, que se puede leer en la reseña del libro, que publica Sin Permiso,
En el análisis a través de informes y datos oficiales de cómo la precariedad laboral ya ha llegado al 50,8% de las personas encuentro que hay un importante estrato entre la clase trabajadora mucho más precaria y que cada vez está teniendo más importancia cualitativa" -responde- "las personas trabajadoras con más de seis meses de trabajo al año tienen unos ingresos que no llegan al 60% de la media”. Es decir, “con trabajo en la mayor parte del año y, sin embargo, son lo que se considera materialmente pobres”. Por eso, afirma, “prefiero utilizar la referencia de clase trabajadora empobrecida, que no pobre, explotada y oprimida”. “Profundizar en esto -continúa- me lleva a comprobar que en esta realidad se encuentran 373.000 personas en el 2022, un 11% de las asalariadas que tiene una afectación familiar superior y con una tendencia creciente que puede situarse en el 20%". "Aparte de ser un concepto descriptivo, trabajadoras empobrecidas, es también una construcción política, un sector de la clase trabajadora sin la que será difícil construir movimientos transformadores", añade.
En su libro, Aragonés critica el concepto de precariado de Guy Standing.
Le pregunto por qué. "Primero, por acientífico", responde, “se construye en base a premisas falsas". Según el autor de Pobretrariat, "afirmar que "para el viejo proletariado, la norma era el trabajo estable”, simplemente es falso, porque "era la realidad únicamente durante tres décadas de una parte de la clase trabajadora europea y no del conjunto de la clase trabajadora". Standing también escribe que “la primera clase de la historia que tiene un nivel educativo más elevado que el que requiere el trabajo remunerado que se le ofrece”, pero Aragonés replica que, “curiosamente, esto en Europa occidental lleva ya entre tres y seis décadas sucediendo entre los hijos y las hijas de la clase trabajadora”. Por último, en referencia a la clase trabajadora actual, Standing sostiene, según cita Aragonés, que ésta “no tiene pensiones, no tiene vacaciones pagadas, no tiene sanidad pagada”, “salta al otro extremo y hace unas afirmaciones genéricas”. Lo que el autor considera "más preocupante" es que Standing "quiere construir como una nueva clase lo que son sectores precarizados de dos clases". "Él separa y divide cuando lo que necesitamos es unificar", lamenta.
Revolucionarios sin revoluciones, reformistas sin reformas
En un momento del libro, el autor resume la situación actual como una en la que hay “revolucionarios sin revoluciones, pero también reformistas sin reformas”. Las formas que habíamos conocido de organización política, adquisición de conciencia de clase e incluso socialización, como el partido o el sindicato, han entrado desde hace años en crisis. La pregunta del millón es: ¿a qué sujeto político deben dirigirse o construirse para continuar y hacer realidad un proyecto socialista? ¿Con qué tipo de organizaciones políticas y cómo se integran las perspectivas (ya no tan nuevas) como el ecologismo o el feminismo (y quizás otras)?
En realidad, hay ilustres precedentes en esto del pobretariado: nada menos que Toni Negri -coincidiendo más o menos con las rebeliones de las plazas, en España, Túnez o Egipto, por ejemplo- intentó conceptualizar y poner en circulación los nuevos sujetos sociales que, por entonces parecían llamados a la conquista de los cielos, por decirlo en el lenguaje de los comuneros de París. Consciente de la estrepitosa avería del ascensor social que, mal que bien, hasta entonces había mantenido el orden liberal, pensó que conceptos como multitudes o los pobres serían nombres más precisos para aquel desbordamiento humano que prometía más de lo que después realizó.
Masas humanas que amalgamaban junto a la exhausta clase obrera, clases medias empobrecidas, trabajadores precarios, el eterno lumpen o los nómadas estudiantes de las becas Erasmus…
Pero tampoco esta vez fue posible. Vivimos una nueva época de lo que llamé en otros tiempos solitudinarios: multitudes de solitarios hipnotizados por los mensajes subliminales del nuevo orden mundial (puedes leer al respecto mis últimas entradas sobre la Hipnocracia), o directamente como motos o adormecidos por estimulantes, relajantes o antidepresivos, de entre los muchos productos que el Mercado pone de siempre a nuestra disposición…