Veo por ahí una botella de agua que tiene como eslogan “naturaleza embotellada”. Justamente el sueño del capital: naturaleza embotellada, empaquetada, partida en pequeñas porciones cómodas de manejar y vender o comprar.
Esa es una de las razones por las que no uso esa palabra: es una palabra robada, domeñada y envejecida. Cuánto mejor el campo. El campo no se puede embotellar; en él se respira y las cosas huelen y suenan; huelen las flores y los árboles y las bostas de los animales; suenan los pájaros y hasta las campanas a lo lejos.
En la naturaleza, no. Es un concepto claustrofóbico e inerte, enlatable o embotellable: muerto. Me he vuelto muy melindroso con la semántica de las lenguas, porque es el primer campo de batalla de la guerra invisible, pero real, por nombrar el mundo y llenarlo de banderas.
No ciudadanos, sino gente; no te amo, sino te quiero; no climático, sino tiempo; no conflictos, sino guerras; no incursiones aéreas sino bombardeos …
En las estructuras más profundas e inconscientes del lenguaje, las de los elementos de relación y los prefijos y sufijos o las flexiones verbales, no hay miedo: ahí no llegan el poder ni el capital, aunque quieren, en tanto, al menos, que hablemos y no lo hagan por nosotros los remedos que llaman inteligencias artificiales. Pero ten mucho cuidado con la neolengua secuestrada: te puede dejar mudo.
Muy interesante 😃. Lo incluimos en el diario 📰 de Substack en español?
Las palabras tienen una poderosa energía subyacente. Hay que repensar cómo decimos las cosas. Excelente apreciación.